Follow this blog with bloglovin

Follow on Bloglovin

miércoles, 11 de diciembre de 2013

(Acción)-Reacción.

Cuando eres pequeño y haces las cosas mal, son tus padres los que se encargan de castigarte para asegurarse de que entiendas que lo que has hecho no está bien y de que no lo vas a volver a repetir, porqué, en el fondo, no te castigan por ellos, sino porqué saben que todo te irá mejor si eres consciente de tus acciones.
Pero como adultos... a veces nos cuesta mucho tiempo admitir y darnos cuenta de lo que estamos haciendo mal y, más aun, asumir las consecuencias.
Supongo que a veces tenemos que tomar decisiones que no queremos tomar, pero que en el fondo sabemos que son las más adecuadas. A veces hay que pararse, pensar las cosas con calma y ser realista y honesto con uno mismo.
¿Cómo he llegado hasta este punto? ¿Cómo he podido perder el control sobre mi alrededor y sobre mí misma de esta manera?

Es tan fácil dejarse llevar y dejar de esforzarse por hacer las cosas bien que igual cuando te das cuenta ya todo está desperdigado. Pero lo importante es darse cuenta, aunque no sea tan a tiempo como hubieras querido. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Y entonces, toqué fondo.

Tocar fondo. Dicen que es de esas etapas de la vida de las cuales es mejor no recordar nada. Encontrase en un pozo sin salida, en un abismo ciego, duro y oscuro que carece de guía ni instrucciones que indiquen el más mínimo detalle de cómo alguien podría salir de ahí, ni lo más importante, de cómo salir bien, para no tener que volver allí nunca jamás.
Aunque si te paras a pensarlo, quizá no es tan malo como lo pintan; a mi parecer, es mucho peor todo lo que viene antes de tocar fondo, todo el tiempo que dura la caída, todo el tiempo en que no sabes cuánto más vas a poder caer. Al menos, cuando por fin te das de morros contra el suelo, tienes la inocente certeza de que más allá de ahí no vas a poder ir.
Yo creo que el problema está más bien en el momento en que, estando allí, cómodamente sentada en ese conocido sin más allá, se te plantan delante de tus narices dos opciones (con lo bien que estabas tú sola ahí abajo…): levantarte y encontrar la manera de salir o rendirte y quedarte hasta que tu fuerza te acompañe.
Y, en realidad, esto podría aplicarse a tantas otras situaciones: al final todas las opciones se reducen a escoger entre el camino difícil y el fácil (el apacible, el más rápido, cómodo y el menos doloroso). Y, desgraciadamente, la mayoría de las veces tendimos a ceder al más tentador. Y esto no tiene porqué implicar la diferencia entre el acertar o el equivocarse. Pero solo uno de los dos caminos tiene en su final la escalera que te va a sacar del pozo en el que estabas. El otro, no tiene final.


Y es que, a veces, tocar fondo puede suponer el empujón que nos faltaba para decidir dejar de caer.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Un mundo de (y para) DOS.

Este mundo está mal. Bueno, al menos para mí. Tengo la sensación de no entender a la gente, de no pertenecer aquí. No me gusta cómo se ha vuelto todo, se ha perdido el valor de la mayoría de las cosas que yo considero importantes y, sobretodo, se han perdido las ganas de luchar por las cosas que van más allá de lo material o del éxito. Y, aunque intente hacer que al menos mi pequeño mundo sea diferente, cada día me basta para menos.
Quiero irme a vivir en un puto cuento, por más cursi que parezca. Quiero irme a un lugar dónde el bien siempre gane al mal, dónde el amor, y no el dinero, sea el que lo vence todo. Quiero que la gente se dé cuenta de que hay cosas mucho más importantes que la política o la economía, que al fin y al cabo son solo problemas prescindibles que, como muchos otros, nosotros mismos nos hemos inventado a modo organizativo y han acabado por revolver el mundo, porqué siempre habrá gente que quiere más, más y más (y acaban por tener menos, menos y mucho menos). Quiero, aunque sea solo por un momento, que deje de serlo todo la tecnología y que todo se vuelva menos frío. Quiero que vuelva la comunicación real, y que no haya tanta gente que se sienta sola o triste, que no haya personas con un vacío existencial más grande que el enorme ego de otras, o gente que se quiera autodestruir teniendo un menú con mil formas distintas para hacerlo a escoger.

Quiero irme a un lugar dónde no tenga que descubrir que abusar del amor va a destrozarme por dentro.


Y, claro que hay cosas geniales aquí. Sólo hay que saber hacerse una bonita cortina que filtre tu visión de este caos al que llamamos mundo.


Hay algo que falla.

domingo, 27 de octubre de 2013

Querida futura media naranja

Querida futura media naranja:
Sé que igual todo esto es un poco precipitado, pero un día sabrás que anticiparme es mi obsesión preferida. Te escribo esta carta porque quiero decirte unas cuantas cosas antes de que nos conozcamos, porque ya sabes, a veces la costumbre se olvida de las cosas más importantes.
Hace días que pienso en las cuatro cosas que sé de ti, pero, por favor, no te enfades si me equivoco, pues es lo que tiene el querer ir siempre dos pasos por delante del presente.
Quiero decirte que sé que eres tal cual a como siempre te había imaginado, incluso mejor. Eres todo lo que siempre he querido a mi lado, todo de lo que me va a ser imposible separarme.
Sé que te va a hacer gracia que me enfade por tonterías, porque sabrás que si a veces soy idiota es porque mi mayor temor va a ser que descubras todo lo que no te gusta de mí y que decidas que ya no soy todo lo que tú eres para mí. Y te pido perdón por ello por anticipado, aunque te prometo que no hay día en que no luche por dejar de pensar siempre que las cosas buenas no están hechas para mí.
Sé que contigo voy a vivir todo lo que sé que quiero vivir, porque serás la única persona en el mundo con sueños compatibles a los de una total e irreversible romántica empedernida, enamorada de la vida solo si es como yo la quiero (pero de ti siempre, por supuesto).
Sé que la primera vez que te vea, voy a saber de inmediato que eres tú. Hasta a lo mejor se me escapa un “por fin me has encontrado”, al rollo de The Fray, pero no pienses que estoy loca, solo será de la emoción, la misma que debe sentir un pirata al encontrar un tesoro con el que lleva tiempo soñando. Sé que va a ser como si te conociera desde siempre (y para siempre).
Sé que me estás esperando. Estás esperando a que esté preparada, a que haya dejado de quedarme paralizada cada vez que piense en querer, en amor, amar, o cualquier cosa relacionada. Sé que estás esperando a que te deje de tener pánico.
Sé que estamos esperando a poder ser dos naranjas completas, y no solo media, para así poder rodar juntas, que va a ser mucho más divertido y menos doloroso.
Sé que nos estamos esperando, y, aunque no nos demos cuenta, sé que también nos estamos buscando. Pero vive todo lo que tengas que vivir, siente todo lo que tengas que sentir, haz todo lo que tengas que hacer para saber que ya no quieres hacer nada más sino es conmigo. Yo te espero todo lo que haga falta, porqué sé que todo lo que vale la pena, se hace de rogar. Pero por favor, no tardes mucho, porque quiero que llegue un día en que en lugar de querer atrapar al futuro, quiera que los días (contigo) no se acaben nunca.

Y, por si no lo sabías, sé todo esto porqué es lo que me hace seguir adelante (con ganas) y porqué, ahora mismo, es lo único que necesito (o quiero) saber.

lunes, 26 de agosto de 2013

Partes que van pero no vuelven

Aún recuerdo ese momento en el pasillo de las escaleras de mi casa, en que me paré un momento a mirar una foto de cuando era pequeña y empecé a llorar. Ese momento en el que me di cuenta por primera vez de que me estaba a punto de entregar a ese tipo de amor que te destroza por dentro y te cambia para siempre. Sí, me dejé caer temerariamente sin saber qué me encontraría abajo ni si algún día volvería a subir. Pero supe que por más asustada que estuviera, no había nada en este mundo que pudiera impedirme saltar, ni ninguna otra locura que me apeteciera más cometer.

Y aún ahora, habiendo subido costa arriba de un agujero sin final, me pregunto si tal idiotez valió la pena en algún sentido, y enseguida trato de convencerme a mí misma de que es verdad eso de que (sea lo que sea) nunca debería arrepentirme de algo que algún día me hizo feliz.


Aunque claro, sólo un loco sería capaz de volverse a arriesgar. 

jueves, 18 de julio de 2013

La crisis del verano de los 19

Flipando. Ahora mismo estoy flipando. Bueno, ahora y desde hace ya media hora.
Parece mentira cómo no nos acostumbramos ni a tiros a que pasen cosas inesperadas e impredecibles. Seguimos sorprendiéndonos. Quizá la disminución de las veces en que lo hacemos sí sea proporcional a las veces que nos quedamos atónitos – cómo yo ahora-, pero estoy convencida de que ésta es una línea que jamás rozará la nulidad. ¡Y gracias que doy por ello! ¿A quién voy a engañar…? Me encanta lo inesperado, cada cosa que te deja sin aliento y con la mandíbula descolocada. La vida no tendría la misma gracia sin estas pamplinadas.



En fin, a lo que iba.
Hoy me he enterado de que dos amigas mías, sin nada en común entre ellas excepto el hecho de que la única experiencia que tenían en los campos del amor y del sexo era haber jugueteado dando algún que otro beso, ya han superado todo ese maldito calvario de la “primera vez”. ¡Pero lo sorprendente de todo esto es que hace sólo una semana aún no conocían a la persona con quien lo han hecho!

¿Es que de repente les ha entrado alguna prisa? ¿Querían quitarse de encima ya la curiosidad y los nervios, para restarle importancia al asunto?

Evidentemente, yo no tengo nada en contra de que así haya sido. De hecho, de lo que estoy en contra es de la presión que disimuladamente se ha ido induciendo hacia las primeras veces. En cuestiones de sexo, ya que estamos puestos con el tema y por ejemplo,  estamos hartos de oír que debe ser especial, con alguien a quien queramos y a quien le tengamos confianza, que es imprescindible que nos sintamos preparados y que, sobre todo, no nos sintamos presionados por nada. ¿Cómo no se va a sentir presionado uno, con tantas instrucciones y tanta expectación? En mi opinión, las únicas cosas importantes son dos: que la persona nos inspire confianza y que haya ganas. Lo otro debería venir rodado.

No tendríamos que pretender que cada primera vez –incluso si hablamos de nuestro primer beso- resulte perfecta, alegándolo a la excusa de que es algo que no vamos a olvidar nunca. ¡Claro que no lo vamos a olvidar nunca! Pero eso va a pasar con casi todas las cosas que lleven un “primer” delante.



Así que ya ves, no importa si la primera vez que haces el amor con alguien o que besas a alguien o que haces el pino-puente no sale como lo esperabas, o no lo has hecho como todo el mundo dice que se debería, porqué no tardaras demasiado en volver a repetir la experiencia con una persona que te hará olvidar todo lo demás y reírte de ello. Una persona que hará que todo vuelva a ser tan inesperado como lo fue la primera vez.
Y claro está, con un poco de suerte igual la vida te regala un 2x1 y tienes tu primera vez, con esa persona, ¡y todo en una misma experiencia!


En resumen, celebro lo de mis dos amigas y hago un brindis por muchas más crisis del verano de los diecinueve.

martes, 16 de julio de 2013

Un todo reducido

Yo siempre lo guardo todo. Sí, sí; TODO. Entradas de cine, tarjetas de restaurantes, puntos de libro, cartas, diarios personales, rosas, cajas de bombones, regalos, envoltorios de regalos, revistas, recortes de noticias en los diarios, , fotos antiguas, tazas, peluches, agendas, calendarios, velas de cumpleaños y otras mil cosas más. Todo aquello que te puedas imaginar que sea capaz de ser guardado, eso es lo que guardo yo. ¡Hasta pajitas de bebidas y cucharitas de helado!
No sé por qué tendré yo esta extraña manía, pero solo me preocuparía si solo tuviera ésta.


En fin, todo esto viene a que el otro día, mientras hacía un intento de ordenar mi ya caótica habitación, me encontré con mis cajas. Tengo como tres o cuatro llenas de lo que seguramente vendrían a ser trastos para cualquier otra persona que las viera, pero para mí son mucho más que eso. Cada “trasto” en ellas contenido es un recuerdo. Todos los cumpleaños, todas las sorpresas, todas las risas y sonrisas, los amores y mal de amores, los cursos y las vacaciones que les siguen, todos los buenos momentos, e incluso los malos. Tengo todos esos momentos de mi vida encerrados en cajas encerradas en un armario. Y al principio sonreí – y hasta lloré- al repasarlos uno por uno. La nostalgia se apoderó de mí durante un tiempo que nunca sabré determinar, me mantuvo feliz pensando en lo que había vivido y en cómo todo eso me había llevado a estar sentada como una tonta en lugar de limpiar la cuadra que tenía por habitación. Pero después empecé a pensar más fríamente sobre el tema y me di cuenta que no había nada de bueno en esas cajas. A ver, tampoco es que sea algo malo en sí el hecho de tener tantos trastos en cajas – o quizá sí, igual debería hacérmelo mirar- sino más bien lo que ello supone.
¿Qué quedará, el día que todo esto se acabe para mí? ¿Una habitación llena de cajas que dejarán a quienquiera que las vea sin entender una mierda? ¿A eso va a reducirse toda mi vida?
Pues sí, todo va a quedar reducido a cuatro montones de cartón en forma de cubo con las cenizas de mi pasado dentro.
Dios, que insignificante me sentí.
Pero eso no es lo que más me preocupó. Lo que realmente me quitó la respiración por unos instantes fue el darme cuenta de cómo cada instante de mi presente se desvanece detrás de mí en forma de pasado. Y lo más fuerte de todo es que ni siquiera la metáfora que he hecho hace un momento sobre las cenizas de mi pasado va a llegar a ser nunca nada más que eso, una metáfora. Por qué el único sitio dónde queda constancia de todo lo que vivo es en los recuerdos que se quedan en mi cabeza, y evidentemente éste no es un lugar seguro. Bueno, ahí y en las cajas con trastos. Vamos, que a lo que va a quedar reducido ese todo del que tanto hablo va a ser a una nada bien enorme.



Así que ya ves, lo llevo crudo en mi guerra contra el tiempo. Me está ganando a cada minuto y a cada segundo, y lleva haciéndolo desde que estoy dotada de existencia. Es una persecución constante, nunca puedes despistarte, porque cuando te das cuenta igual ya tienes más ayeres que mañanas. Pero aun así, no voy a dejar que me atrape, al menos no hasta el final, hasta que ya no me queden fuerzas para preferir siguiendo huyendo.




Yo siempre lo guardo todo. Y quizá sea ésta la única prueba que me queda para saber que he vivido determinadas cosas, por mucho que el tiempo y las personas se empeñen en demostrar lo contrario.